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La oportunidad de mi vida

La oportunidad de mi vida

Dicen que el amor llega y que no hay que buscarlo. Dentro de mí confiaba serena en que tarde o temprano llegaría el chico de mi vida. Pero, últimamente estaba tardando demasiado… Lo de esperar no se me daba mal, pero también me estaba aburriendo un poco de estar sola. Lo había dejado con mi novio hacía ya dos años y desde entonces no había aparecido nadie más en mi vida sentimental.

Empezaba a estar ya un poco fastidiada, la verdad. Bueno, tan sólo había salido varias veces con Luis, un chico que trabajaba conmigo, a tomar algo o al cine. Me constaba que él estaba por mí, pero yo no podía dejar de verle más que como a un conocido. No me atrevía ni siquiera a dejar que fuese mi amigo. Pensaba que con él era mejor mantener las distancias. No quería que se ilusionase conmigo.

Hasta que un día me levanté pensando de otra forma. Así sin más. Harta de que nadie apareciera en mi vida para alegrar mi corazón triste, cambié de idea y pensé que si no intentaba nada con él, me arrepentiría el resto de mi vida. Simplemente pensé que valía la pena abrirme a conocerle a fondo.

Así, esa mañana, fui directa hacia él y le pregunté si le apetecía ir a comer conmigo. Él se quedó algo sorprendido y encantado de la vida. Aquel fue el primer día del cambio, de mi cambio en su forma de tratarle. Pensé que Luis se merecía que le prestara atención por lo mucho que demostraba apreciarme y respetarme. Así, a partir de entonces, fuimos a comer juntos casi cada día.

La oportunidad de mi vida

MÁS QUE AMIGOS

No es que forzara mis sentimientos ni estuviese jugando con él. Simplemente, al cabo de unos días de compartir comidas charlas y ratitos muy gratificantes, me di cuenta de que él me gustaba de verdad. A veces vale la pena forzar las cosas para que algo cambie en tu vida. Y así fue. De repente, de la manera más sorprendente y fácil, me encontré enamorada de Luis y ¡mira que lo había tenido cerca sin prestarle atención!

Pero él era muy precavido y atento conmigo y como no tenía claro si yo le veía como a amigo o sentía algo más, no se atrevía a dar el paso. Fui yo la que tomó la iniciativa y le dije que estaba sintiendo algo muy fuerte por él y que quería que él me dijera si le pasaba lo mismo. En ese mismo instante, Luis enrojeció y se puso algo nervioso. También sonrió y acto seguido me abrazó. «Te quiero desde el primer día que te conocí», dijo emocionado y con los ojos humedecidos. Aquello me llegó al corazón. En ese momento, nos besamos por primera vez de forma cálida y súper tierna. Esa tarde, salimos corriendo del despacho cogidos de la mano, sonrientes y con ganas de gritarle al mundo que ¡estábamos enamorados! Fue como de película. Luis me dijo que quería enseñarme su casa y que me invitaba a cenar. Me encantó la idea. Era algo irracional, pero a su lado me sentía completamente feliz.

En su «territorio», Luis se sintió fuerte y tomó la iniciativa para demostrarme lo mucho que me quería. Sentada a su lado en el sofá, él se juntó a mí y puso su mano encima de una de mis rodillas. Enseguida acarició mi muslo hacia arriba, observando mi reacción. Yo me puse algo nerviosa, pero me gustaron sus caricias. Luis, deslizó entonces su mano hacia la parte interna de mis muslos y acercó sus labios a los míos y me besó dulcemente.

Nos unimos en un beso cálido y sensual que, poco a poco, se volvió tórrido y atrevido. Nuestras lenguas se enroscaron y se saborearon con deleite, unidas en un beso largo y apasionadísimo.

Él prendió la llama y pronto caí presa del deseo.

La excitación corría ya por todo mi cuerpo y la humedad de mi sexo despertaba cuando Luis me sentó encima suyo, apretando mis rodillas a su caderas. Entonces, empezó a desabrocharme lentamente la blusa, sin dejar de mirarme a los ojos. Yo me dejé llevar y seguí dispuesta y sin miedo ese juego erótico que iniciábamos. Me sentí mimada y deseada como nunca. Cuando vio mis pechos desnudos, Luis los acarició con cautela y deseo y yo busqué de nuevo su boca para demostrarle que estaba muy a gusto. Ese íntimo contacto y sus manos en mi piel aceleraron mi deseo.

Me separé entonces un poco de su cuerpo para acariciar su sexo. Con decisión, desabroché sus pantalones y perdí mi mano en su entrepierna. Me acababa de convertir en su escort de Valencia y acaricié suavemente la delicada piel de su sexo y él enseguida se dejó llevar por las más placenteras sensaciones. Los dos terminamos reclinándonos en el sofá y yo seguí mimado y acariciando su sexo, erguido y excitado, y él me miraba con ojos de delirio. Le besé entonces de nuevo en los labios y él recibió ese beso de fuego con fruición. Luis estaba enloqueciendo de goce y yo, excitadísima y derritiéndome por ser suya.

Entonces, él se levantó del sofá y cogió un preservativo del bolsillo de su pantalón. Se lo colocó con rapidez y me cobijó bajo su ser. Luis buscó la humedad de mi sexo, separó mis muslos con suavidad y me penetró. Lo hizo lentamente, pero pronto todo su cuerpo fue preso de fuertes embestidas que movilizaron y electrizaron todo mi ser. Cuando terminamos de hacer el amor, él me levantó en brazos y me llevó a su cuarto.

Nos metimos los dos en su cama y, bajo las sábanas, jugamos a erotizar de nuevo nuestra piel, hallando rincones que no habíamos besado ni acariciado. Me quedé a dormir con él y cuando desperté, no tuve la sensación de amanecer en una cama extraña. Al contrario. A su lado, sentí que pertenecía a ese lugar, que era suya. Lo que sentí esa noche, no lo sentiré jamás en otros brazos. Estoy enamorada, ¡Al fin!

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