
Lo había intentado todo para que Juan se fijara en mí: desde cambiarme el color de pelo, vestirme de forma distinta, sentarme a su lado siempre que podía…, pero él, simplemente, me ignoraba por completo. Aquello tenía la pinta de lucha perdida pero, ¡qué caray!, pensé, de perdidos al río y yo era una Capricornio tozuda como la que más que cuando se proponía una meta no paraba hasta conseguirla. Así, empecé a idear una estrategia para poder estar cerca de él y despertar su interés. Gracias a unos amigos suyos, me enteré de que era entrenador de básquet de un grupo de adolescentes en el polideportivo de la universidad. También sabía que trabajaba en el despacho de abogados de su padre unas horas por semana. Me las ingenié para que él fuese el protagonista de un reportaje que tenía que hacer para la clase de sociología. Era tema libre y pensé que explicar cómo viven los jóvenes que estudian y trabajan podía ser un buen tema. Una tarde fui a verle en el polideportivo para plantearle la idea. Le dije que le tomaba por un chico muy responsable y trabajador y que me servía perfectamente de modelo de comportamiento para hacer mi reportaje. Al principio, Juan se extrañó un poco, pero también me dijo que si con su charla le resolvía un reportaje, se prestaba. Rollo colegas. Aquello me encantó. Nunca antes habíamos compartido sintonía alguna ni él había demostrado ningún gesto de simpatía conmigo. Aluciné de que aceptara mi propuesta de buen grado y sin rechistar.
CHARLAS A MEDIA TARDE
Quedamos en vernos la mañana siguiente para, primero observar cómo entrenaba a las chicas y luego seguirle en sus clases y también en el trabajo en el despacho de su padre. Juan entrenaba a primera hora de la mañana, trabajaba al mediodía y luego tenía clases hasta las nueve de la noche. Pacté con él que no le molestaría pero, también le pedí que me dejara seguirle de cerca y observarle. Y cuantas más cosas le pedía, más se entusiasmaba Juan con la idea. Tenía bastante trabajo y no sé como le quedaban ganas de sonreír ni de hablar conmigo, con lo apretado que tenía el día. Lo bueno del caso es que parecía que mi compañía le relajaba y le gustaba mucho. Para estar con él, descuidé un poco mis clases, pero no me importaba, había hecho una especie de inversión en él para ver si al final se interesaba por mí. Y cuando llevaba ya tres días acompañándole, pensé que me sería muy difícil terminar ese reportaje, pues a su lado estaba en la gloria. No podía ni pensar en dejar de verle. Estábamos conviviendo muchas horas juntos y a medida que nos íbamos conociendo, mejor y mejor me caía y más enamorada me sentía de él. Llené varias cintas de cassete con su voz, que me contaba todo tipo de detalles acerca de su vida profesional y sus deseos y metas de cara al futuro. En pocos días le había conocido en profundidad y eso me encantaba. Ahora ya sólo tenía que esperar que él también diese alguna señal de que estaba bien a mi lado. Y maravillosamente la dio: «Gracias por dedicarme tu tiempo. ¿Sabes queme has hecho sentir alguien interesante?». Entonces vi la luz, era el momento adecuado para decirle que estaba súper a gusto a su lado y que me gustaba de verdad: «Eres alguien muy interesante, que no te quede ninguna duda. La verdades que te dedicaría todo el tiempo del mundo si pudiera. Estoy tan bien a tu lado…», le dije sin cortarme. No había ninguna duda de que mis palabras eran una declaración de amor. Por suerte, él también las recibió así. «Cómo puedo tener tanta suerte y haber conseguido que una chica como tú se haya fijado en mí… ¿Quieres salir conmigo?», me dijo algo sonrojado. No dudé, le dije que sí)/ me eché en sus brazos. Entonces los dos nos besamos en el beso más emocionante de mi vida. Noté su lengua enredarse con la mía en un beso profundo, de fuego, que erizó todo el vello de mi piel. Los dos fundimos de golpe los nervios y la timidez que sentíamos por ese beso inesperado y nos lanzamos a disfrutar. Es alucinante como los sentimientos se desatan y acechan nuestros corazones, nos desinhiben y nos hacen felices de golpe. Abrazados y acariciándonos sin cese, nos convertimos en las personas más dichosas del mundo. De repente, entre nosotros se despertó el deseo más puro y una ansia incesante por descubrir el secreto que escondía nuestra piel.
Si por la mañana, me hubiesen dicho que ese atardecer estaría devorando a Juan con mis besos, no me lo hubiese creído en la vida.
Esa tarde, él me llevó a su casa y en su lecho hicimos el amor como la más excitante forma de expresión por lo que estábamos sintiendo. Fue un deseo que nació inocente y que poco a poco se convirtió en la expresión más erótica del amor. Juan era un perfeccionista e hizo maravillas en mi cuerpo. Me pidió que me dejase desnudar por él y que me relajara. Poco a poco, a cada prenda que él me quitaba, él iba regalándome los besos más dulces. Besó y recorrió con su lengua los rincones más erógenos de mi piel, se detuvo con fruición en mi ombligo y deslizó con su boca mis braguitas hacia el suelo. Cuando me tuvo completamente desnuda y a su merced cual escort de lujo, él apretó mi cuerpo hacia sí, me besó con pasión y empezó a acariciar suavemente mi sexo con su mano. Poco a poco, esas intencionadas caricias despertaron mi excitación y me emborracharon de gusto. Cuando me tuvo completamente rendida al placer, Juan me tomó en brazos y me llevó a su cama. Rápidamente se desnudó y me dijo que se moría por fundirse en mí. Entonces, se colocó un preservativo apresuradamente y se puso encima de mí, rozando su sexo con el mío, acariciando la entrada de mi sexo con su pene en erección. Después de tan erótica caricia, él entró en mí con fuerza y llenó de placer todo mi ser. Fuimos uno y pensé que aquel había sido ¡el mejor trabajo de sociología de mi vida!
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