
Hola, soy Alba, la amiga de Carlota, ésa que cada semana os convierte en espectadoras de su vida en estas mismas páginas. Quizás os sorprenda que aparezca en este apartado de la revista, pero me he colado en él para contaros cómo fue mi primera vez… con Pablo, por supuesto, porque él ha sido mi primer chico en todo y mi primer y único amor hasta la fecha, pues, a pesar de nuestra movida, le quiero todavía mogollón porque junto a él he sentido lo que es el amor. Ahora estoy bien sola y quiero vivir nuevas experiencias o al menos eso creo.
En su momento pensé que teníamos puntos muy diferentes y que, yo qué sé, pues que no podíamos tener mucho futuro juntos. Supongo que también me asusté porque el hecho de verme liada en serio tan joven me agobió un poco y a no os digo cómo me agobié cuando creí que estaba embarazada. Pero a pesar de todo, os tengo que confesar que a veces le echo de menos y tengo una especie de nudo en el estómago, porque, por una parte, quisiera estar con él y decirle que le quiero y que no puedo olvidarlo; pero, por otra, algo dentro de mí me dice que es mejor que cada cual haga su vida. Sin embargo, sólo hago que recordar lo bonito que era ser su chica: lo romántico que Pablo es, lo tierno, lo comprensivo, lo sensible… y lo bonito que fue perder mi virginidad con él, pues para los dos fue nuestra primera vez y yo nunca—aunque la vida me lleve al planeta Urano a vivir con un uraniano— olvidaré esa primera vez con Pablo…
CON TODO LUJO DE DETALLES
Cómo olvidar aquella habitación de aquel hotel —¡de súper lujo!—, aquel cuarto de baño que me dejó flipando, pues había de todo: geles, aceites, sales de baño, gorros, limas, tijeras, cepillos de dientes, toallas, albornoces suaves, suaves… una ducha preciosa, tipo baño romano y hasta un jacuzzi. Cuando entré en el cuarto, —bueno, lo de cuarto es un decir…—, no podía creer que yo estuviera allí y que aquello fuera verdad, porque la habitación parecía un sueño de película. Me sentí como Julia Roberts en Pretty Woman. Recuerdo que cuando Pablo me hizo entrar al hotel, le dije: «Pero, Pablo, tío, ¿tú alucinas o qué?… ¿de qué va esta movida?, ¿te has enterado de que este hotel es de lujo y debe costar un pasta de flipar?». Pero él pasó de mí y siguió tirando de mi mano hacia dentro; sólo me dijo: «Tú calla, Alba y sígueme… vas a alucinar en colores!». Y, así fue: Pablo ahorró durante meses para pagarla habitación de ese hotel y poder vivir allí nuestra primera vez y que ésta fuera tan inolvidable como siempre habíamos soñado ambos…
Y lo cierto es que Pablo tuvo en cuenta hasta el más mínimo detalle para que, así, todo resultara perfecto como siempre habíamos imaginado juntos: ni tan siquiera yo, con lo Virgo que soy, lo hubiera hecho mejor. Pablo, mi Piscis maravilloso, me llevó de la mano hasta su mundo de sueños neptunianos… Quería ser su puta de Valencia y entregarme completamente a él.
Comenzamos por bañarnos en el jacuzzi, donde esparció los pétalos de varias rosas rojas que pertenecían a un ramo inmenso que me regaló y que me entregaron en el hotel nada más llegar: él frotó esos pétalos contra mi piel y me hizo subir a las nubes, pues me excitó muchísimo; quería que oliese como una diosa, así me lo dijo… Aún tiemblo de emoción al recordar esa frase suya. Después del baño, me puso el maravilloso albornoz que prendía de la percha y él se puso el otro. Así, desnudos y sólo cubiertos por aquella prenda, cenamos a la luz de las velas en la terracita de la habitación una cena súper romántica, maravillosa y exquisita… de esas que no sabes qué comes, pero que cuando te llevas el bocado al paladar te vas del mundo de la exquisitez tan absoluta. Evidentemente, no faltó la música, pues había una cadena alucinante en la que podías elegir lo que quisieras y Pablo eligió una música afrodisíaca que creó ambientillo: una selección de baladas entre las que había canciones de los BSB, de Ricky Martin, etc. Mientras cenábamos, jugamos bajo la mesa a acariciarnos con nuestros pies y fue de lo más excitante. Pablo me hizo sentir toda la magia que era capaz de expresar y en mi vida me he sentido mejor: me sentía su princesa.
Él no quería correr, quería ir paso a paso, sin saltarse ni una sola parte del ritual: así, después de cenar, a pesar de lo excitadillos que estábamos, me hizo bailar… aunque lo hicimos desnudos, pues la temperatura estaba ya a casi 100º…
Bailando nos besamos, nos frotamos el uno contra el otro y sentimos la excitación de nuestros cuerpos como nunca… Y al final, cuando ya nuestros besos eran salvajes, me llevó en brazos a la cama y allí, sin más preámbulos, pues ya estábamos al límite de todo, le ayudé a colocarse el preservativo y mi sueño último se hizo realidad: sentí como su miembro, que tanto me excitaba, me penetraba y avanzaba dentro de mí acoplándose perfectamente a mi anatomía.
Era tanta la excitación que casi ni sentí el dolor que me sobrevino cuando su pene se topó con mi himen: en ese momento, se detuvo un poco, pero yo estaba tan excitada que le incité a que siguiera. Y siguió y mi himen se rompió y lo sentí plenamente dentro de mí. Algo de sangre surgió en esa primera vez… pero no enturbió nada: los dos subimos al cielo de nuestro placer y no sólo porque físicamente estábamos súper excitados, sino porque nos dimos todo el amor que teníamos dentro. Ahora, mientras os escribo estos recuerdos, los ojos se me han nublado por las lágrimas… a veces me falta Pablo… sus besos, sus abrazos, su amor y el rollo tan guay que había entre ambos. Soy consciente que Pablo sigue en mi corazón pero tengo que seguir mi vida.