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Un amor romántico de verano

Un amor romántico de verano

Lo que menos hubiera imaginado el verano pasado es que éste se convertiría en uno de los más inolvidables de mi vida, porque conocí a Giorgio, mi novio. Estaba convencida de que iba a ser un verano un poco rollo, pues no conocía a nadie en Benidorm, donde mis padres me enviaban junto a mis abuelos: yo solía ir todos los veranos a un pueblo de Cuenca, de donde es mi madre y en donde nos juntamos con todos mis tíos y primos y nos lo pasamos genial, pues son las fiestas y llevamos una marcha increíble.

Pero el verano pasado fue diferente, todo cambió: mis padres se quedaron sin vacaciones, por cuestiones de trabajo y decidieron, por ello, que me fuera con mis abuelos al apartamento que ellos tienen en esa playa levantina; así que mis perspectivas de diversión eran casi nulas. Aún así, me mentalicé de que más valía pasar el verano en la playa que en Madrid, aguantando el calor y el agobio de encontrarme sola, pues todos los colegas se van de vacas.

Sin embargo, aunque los primeros días en la playa fueron muy «lights», el primer «finde» ya cambiaron las cosas, pues llegó mi tía Almudena con unos amigos y me lo pasé genial. Pero no sólo porque me llevaron con ellos de marcha sino porque ella se preocupó de introducirme en el grupo de Gerardo, el hermanos de un amigo suyo que era de mi edad: mi tía, aunque la más peque de los seis hermanos, tiene diez años más que yo. Por tanto, cuando ella se fue, yo ya estaba «colocada» y casi integrada en el grupo de Gerardo, el hermano del amigo de mi tía. Y, aunque al principio tuve ciertos recelos de que me los presentaran, luego le di mil besos para agradecerle lo que había hecho por mí. A partir de ese «finde», las vacaciones tomaron otro rumbo: incluso mis abuelos se mostraron contentos de que yo tuviera amigos. Hablé con mis padres para pedirles su permiso para salir y me lo dieron, no sin hacerme ciertas recomendaciones, lógicas, claro…

Así comencé a quedar con ellos a todas horas, pues nos veíamos por las mañanas en la playa, después de comer en la heladería y tras ésta siempre nos íbamos a bañar a una u otra piscina, de la casa de alguno del grupo y por la noche de marcha por Benidorm: ¡súper!. Y a las dos semanas de estar allí llegó Giorgio, el primo italiano de Ramón, otro de los chicos del grupo. Y puedo deciros que nada más vernos quedamos flechados el uno del otro. La madre de Giorgio es española y su padre italiano y suelen venir cada año a Benidorm a pasar el verano con la familia, de la misma manera que yo iba a Cuenca. Así, Giorgio hablaba español. Todos lo conocían y lo esperaban con ganas, porque es muy divertido. Yo fui la novedad, y él mi descubrimiento.
Un amor romántico de verano

VIVIENDO A TOPE

A nadie le pasó inadvertido que entre Giorgio y yo hubo un flechazo súbito, pues fue algo tan descarado que nos quedamos el uno tan colgado del otro que fue difícil disimular. Además, Giorgio, como buen Capricornio que es, vino directo a mí, sin perder el tiempo. Y aunque mi corazón dio un vuelco nada más verlo, su manera de ser tan directa me dejó un poco desconcertada, pues enseguida y sin dudarlo me dijo que le gustaba y que quería conocerme. Me sentí súper bien al saber que le había gustado, pero también me hizo sentir cierto recelo, pues pensé que quizá quería rollo porque, tan directo y además italiano, ya se sabe la fama que tienen….

Pero no: no fue así. Sí fue directo, pero no buscó rollo, ni intentó lo más mínimo conmigo hasta que ambos no caímos rendidos y unidos en un beso bajo la luna, a orillas del mar, una noche en que fuimos a una fiesta que había en un chiringuito de la playa. Aquel beso removió todas las células de mi cuerpo: besaba súper bien y flipé con aquel beso tanto como con las demás caricias que fueron llegando día a día y que eran irreprimibles.

Todo se fue dando entre nosotros sin poderlo evitar: estábamos súper enamorados; no existía nada más allá de nosotros, aunque no dejábamos de ir con el resto de la peña. Pero nuestra atracción era tan fuerte que siempre acabábamos buscando un rincón o un lugar apartado en donde poder dar rienda suelta a nuestro deseo y sentimientos. Giorgio era súper romántico y me decía unas cosas que me emocionaban profundamente y aunque me seducía hablándome en italiano, las confesiones serias me las hacía en español, pues lo habla perfecto. Era difícil detener ningún deseo sintiendo de un modo tan intenso como sentíamos y, aunque al terminar las vacaciones nuestras manos ya habían explorado el cuerpo del otro, no habíamos llegado al final.

Esa historia ocurrió dos meses más tarde, en octubre y en Madrid: perdí mi virginidad un «finde», en la preciosa habitación del hotel en donde se hospedaba. Vino expresamente a verme y porque ya no podía aguantar ni más tiempo sin verme, ni más tiempo sin hacer el amor conmigo: así me lo dijo y yo lo acepté porque también compartía el mismo deseo que él…

…Me hizo temblar de excitación y también de emoción, pues fue tierno, romántico, sensible y me hizo sentir lo más importante de su vida. Me llenó de besos, de caricias y de palabras que me hicieron confiaren él y entregarme plenamente al acto.

Y cuando lo sentí dentro de mí, sentí algo muy especial e inexplicable, pues casi ni me dolió, aunque sangré un poco: no era tanto el placer que sentí como la unión tan profunda que experimenté con él.

Lo sentí mío por completo y eso me enamoró de él aún más. Y lo mejor llegó después, en los momentos más románticos que haya vivido nunca: él me regaló un anillo de compromiso y me pidió que fuese su “fidanzata”, o sea, su novia. Y eso seguimos siendo tras un año…

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